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Durante la prueba, se colocan pequeños electrodos en la piel sobre los músculos que se van a examinar. Estos electrodos registran las señales eléctricas que los músculos emiten cuando se contraen o se relajan.
La EMG se utiliza para diagnosticar una variedad de trastornos musculares y nerviosos, como radiculopatias a nivel de columna lumbar o cervical, distrofia muscular, neuropatías, esclerosis lateral amiotrófica (ELA), síndrome del túnel carpiano, entre otras.
También puede ser utilizada para evaluar el daño nervioso causado por una lesión o enfermedad, así como para monitorear el progreso de una lesión muscular o nerviosa a lo largo del tiempo.
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